miércoles, 30 de octubre de 2013

Esa historia, la historia de mil pérdidas, de perderte a ti, de perderme a mí, de volvernos a encontrar, anémicos, fatigados, ansiosos de ganar de buscarnos, locos por volvernos a encontrar.

H18.

Pasará el tiempo y yo me agarraré a ti como a un clavo ardiendo.

Sin prisa, con calma, con las cosas claras.

Esa era la clave, esa clave que por mucho que pasasen los años nadie era capaz de descubrir, era como el mapa del tesoro, como un rompecabezas de 1500 piezas, era como encontrar una palabra en la sopa de letras, o averiguar lo que trata de decir una sonrisa. Sí, ella era mucho más complicada que el número pí, que bailar al compás de una balada, que comer chocolate con churros sin acabar con alguna mancha, era igual de imposible que sonreír sinceramente cada día.
Ella lo sabía, y también sabía que yo podía llegar a ser aquel que descubriera cada miedo que escondía, podría saber que problema tenía con solo mirarla, ¿Y sabéis lo mejor? Que cada vez que ella intentaba que no la descubriera, más ganas tenía yo de meterme en sus miedos, en sus inquietudes, más ganas de saber que mierda escondía que no dejaba ver a nadie.
Me gustaba que tuviera miedo, porque soy de esas personas que piensa que todo lo bueno, empieza con un poco de miedo. Y ella estaba acojonadisima, para que lo voy a negar, lo notaba en cada mirada, o en cada gesto, como ese de tocarse el pelo cuando se ponía nerviosa, o esconderse detrás de una sonrisa por no querer reconocer que ella también era débil...Sí, porque iba de fuerte, sí, de ese tipo de chicas que aparentan pasar de todo, que aparentan que nada les duele, y luego son las más cariñosas y las que más cariño necesitan, ella era así, de esas perfectas para las noches de invierno e ideales para las guerras de verano. Era la típica tía que te ponía la hombría en la garganta, y te hacía dudar de si realmente tenías lo que hay que tener para enfrentarte a ella. Era de esas tías que si te daban un beso, podrían acabar contigo. De esas que no se dejaban llevar por el qué dirán, y que les apasiona romperle los planes al destino un viernes por la tarde. Era la típica chica que enganchaba, que envolvía y que destruía. Era como una raya de coca en su mayor esplendor, igual de adictiva, igual de destructiva. De esas que un día te dan una de cal y otra de arena, por la que volverías a hacer las mayores gilipolleces hasta la fecha.
En fín, era de ese tipo de tías, que vienen, te cambian la vida, y desaparecen.

jueves, 10 de octubre de 2013

18092013.

No soy Friedrich Nietzsche para decirte que en el amor siempre hay algo de locura, pero tampoco puedo demostrar que estoy cuerda desde que te conocí.

No seas como la gente de hoy en día, de esa que se olvida de su propia personalidad, de su forma de ser y la cambia, por moda, por el qué dirán, por simple miedo a ser rechazado. No seas como la gente de hoy en día, que son todas iguales, que no demuestran realmente lo que valen, que no luchan por lo que realmente quiere. No, no me demuestres que me equivoco cuando digo que eres diferente, que tu sonrísa no depende de si sonrien los demás o no, que tú mismo vales por tantos defectos propios que aceptas, por tanta palabrería que escuchas y rechazas del resto. Tú, no dejes de ser diferente, porque por ello me enamoré de ti.

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